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Citrofobias

                                                                                                                                   EL RECURSO Y EL MÉTODO ANTE EL OBJETIVO

Konstantin Stanislavski creó el método por el cual se rigen básicamente la mayor parte de las escuelas de actores. Dicho método consiste en hacer experimentar al actor de las mismas experiencias que tendría que demostrar su personaje y, para ello se recurre a la utilización de accesorios que agravarían en extremo la interpretación de una situación límite como por ejemplo meter una piedra en un zapato para simular una cojera o ingerir alguna sustancia que pueda provocar vómitos o malestares o incluso largas temporadas de internamiento en hospitales, prisiones o algún sitio de aislamiento,... etc. En definitiva una entrega consecuente a la práctica de ejercicios que estimulen la capacidad interpretativa.

Presionado inconscientemente por este concepto “elemental” Kay Machín ha sometido a todos sus modelos de esta serie a una experiencia “stanislavskiana”.

Kay se ha concentrado en ejecutar una serie de retratos, (o tal vez sería mas apropiado decir de no retratos) con la más depurada técnica de realización. Son primeros planos con una correcta iluminación que permiten la descontextualización de la imagen, cercando la distancia con el modelo para lograr un vínculo de intimidad y complicidad con sus personajes. Dice el creador que pretende capturar y congelar la imagen del miedo interior, pero yo diría mas, Kay se somete y hace que nos sometamos a un experimento casi científico de la emoción apoyado en un recurso sencillo de sobre- explotación sensitiva, es decir, el artista violenta la naturaleza pasiva de un modelo que se expone frente al objetivo de una cámara obligándolo a succionar de manera continuada el zumo de un limón por lo que el autor indirectamente asocia el ácido tricarboxílico a las experiencias negativas, es una licencia poética que se permite el artista para conseguir sus nobles objetivos pero que en definitiva transgrede los límites de la fotografía de retrato. 

Es, en definitiva una ingeniosa aventura que, impone tanto al espectador como a todas las solidarias cobayas que le han apoyado y colaborado en su proyecto una experiencia reflexiva mientras que al artista le suponen, como el mismo apunta, un papel encubierto de psicólogo que explora o se explora.

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